David de Arahal. Callejón del Arte, Cienxcien Flamenco, 2024
Vuelta a la sencillez, a la transmisión directa, a lo sentimental, huyendo de lo virtuoso y de lo sofisticado, recreando un mundo onírico y bello como refugio del ruido actual y de sus distopías. Esta descripción refleja quizás una de las variables de la guitarra flamenca actual, instalada cada vez más en el poslucianismo. Es el sendero estético elegido por David de Arahal, cuyo primer opus ya reseñamos en esta revista (n.º 46, invierno 2024), y que confirma ahora con su segundo disco Callejón del Arte. El de lo íntimo, entre familia, entre amigos, entre buenos aficionados, para sentir y compartir. Una propuesta que, en la práctica social de la guitarra andaluza, tuvo en su momento a un referente que trascendió lo local hacia lo global, Diego del Gastor (Arriate, 1908-Morón de la Frontera, 1973).
No es una casualidad que el título del disco sea una ocurrencia del bailaor Antonio Canales, después de una actuación con David en Arahal en octubre 2022, Canales convertido en “padrino” de la criatura, en la cena posterior en el bar “El Churrasquito de José María”, situado en el Pasaje Diego del Gastor. Tanto esta anécdota y la de la fuente de inspiración del videoclip de promoción “Avenida de los cisnes”, como la referencia a los recursos técnicos del trémolo, los arrastrados y los armónicos para definir su concepto del sonido, son los tres mensajes que una y otra vez repite con calma y timidez el joven guitarrista sevillano de veinte y cuatro años en la campaña mediática andaluza de lanzamiento del disco, y que se puede consultar en la red.
Lugares rurales que huelen y desprenden andalucismo, como las palabras del guitarrista que introducen el disco de viva voz, refiriéndose a la fragilidad del tiempo, para que nos tomemos todo el del mundo para pasear sin prisas por su Callejón del Arte, o sea una invitación sonora indirecta para el turismo cultural, tan presente en este momento en las políticas de promoción de Andalucía. Imposible correr en un callejón, sino andar despacio para garbear en buena compañía, fijarse en los detalles, como las macetas en los balcones que cuelgan de las casas blancas andaluzas, y dialogar. En este sentido, un título que nos recuerda el de Callejón de las Flores, el segundo opus que grabó el concertista cordobés José Antonio Rodríguez para el sello sevillano Pasarela en 1987.
Flamenco de los sentidos, sencillamente abiertos a los colores y olores de la naturaleza que te rodea, la del campo, la del patrimonio inmaterial andaluz, el de David de Arahal, como el de Diego del Gastor. Por este motivo, tanto su forma de tocar recordando a Diego, el de Morón, como su planteamiento estético introvertido, nos recuerda a otro joven tocaor de actualidad, Yerai Cortés, ya en otro contexto, el de las periferias urbanas del flamenco como patrimonio de la comunidad gitana. Hay sin lugar a dudas un mismo carácter de entendimiento del flamenco como transmisor de valores quizás considerados como conservadores, los de la familia, los del barrio como comunidad a escala humana, los de venerar y preservar el legado de los mayores, los de una epistemología del sur cercana a la religiosidad popular.
Callejón del Arte en la Bienal de Flamenco de Sevilla
Asimismo, la presentación oficial tuvo lugar el pasado 27 de septiembre 2024 en la capital andaluza, en el Espacio Turina, en el marco de la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla 2024. No es una casualidad que Luis Ybarra, joven periodista musical del diario el ABC de Sevilla y director de la Bienal, escriba el texto de presentación del libreto del disco, y que David de Arahal haya sido premiado por la prensa especializada local con el “Fatiguillo revelación”, una iniciativa que pretende recoger el espíritu de los desaparecidos Giraldillos, para reconocer momentos cumbres de cada edición del macro acontecimiento flamenco. Joven artista sevillano, arropado y celebrado por la comunidad flamenca de su provincia en este escaparate que es la Bienal, que premia en esta ocasión juegos de niños con la guitarra, como lo hizo en 1984 Sevilla con otro de sus noveles, el entonces desconocido Manolo Franco.
El disco, en su conjunto, sigue y ahonda en las líneas trazadas en su primer opus, con la depuración, desde la sencillez, de elementos exógenos al concepto clásico del toque, en este caso esencialmente andaluz. Con la cadencia andaluza como eje armónico vertebrador, y el compás sin contratiempos como pulso vital, con la calma que le caracteriza y ausencia de agresividad, David hilvana un manojillo de dulces melodías para soñar un mundo transparente e inmaculado, que huelen a ropas blancas y limpias recién tendidas al sol, para lucirlas en buena armonía con la familia y vecindad en días señalaítos de celebraciones. Frente a la desfiguración de las formas flamencas clásicas como afán vanguardista, su actitud vintage parece ir a contracorriente para actualizar, con la ayuda de los avances y medios tecnológicos actuales, una época brillante del flamenco, el de su renovación estética ocurrida en los años setenta y ochenta del siglo XX. Aquí también, quizás el mismo planteamiento que el de Yerai Cortés, con su actualización indirecta de la estética quinqui.
El Callejón del Arte y sus rincones
Reivindicando el concepto de “disco de guitarra flamenca” que suene a guitarra, sin trampa ni cartón en la identificación de los toques, lo inicia con los jaleos “Callejón del Arte”, preciosistas y delicados, con la cadencia andaluza como estribillo cantado con varias guitarras, como si fuera un coro de voces femeninas, y evocaciones a las célebres canciones populares andaluzas de Lorca.
“Claveles Rojos” propone un toque libre por granaína que refleja su estética sentimental, su propuesta trasladada a guitarra de concierto del contrapunto original de guitarra de acompañamiento a la cantaora onubense Sandra Carrasco (Huelva, 1981), con la renovada audición y lectura del estilo melismático del cantaor Pepe Marchena (Marchena (Sevilla), 1903- Sevilla, 1976). No faltará por ello la referencia a Manolo Sanlúcar y su lírico trémolo de notas variables, o detalles preciosistas como cerrar el toque con un armónico.
Este renovado concepto del clásico toque de acompañamiento de David de Arahal con Sandra Carrasco aparecerá de nuevo en “Soleá de los resplandores”, según nuestra opinión, uno de los cortes más interesantes por su poder de sugestión. Desde el principio, con la guitarra canturreando una brevísima melodía, rematada por el eco de una brevísima percusión. El parámetro melódico queda construido, por consiguiente, con notas y percusión, marcar y sugerir a la vez un pulso, en este caso el de soleá. Este recurso lo desarrolló Vicente Amigo en su inicial propuesta de renovación del toque, allá en la década de los ochenta del siglo XX. Lo sorprendente en David del Arahal es que lo despoja de toda agresividad y espectacularidad, para instalarlo y mantenerlo en todo el acompañamiento, como si fuera una especie de manto que pesa sobre el toque. El terreno queda abonado para que entre, con arte, el clásico y solemne paseíllo del baile por soleá. Acallando las palmas sordas, el tempo lento de la soleá con la guitarra a solo, le permite jugar con los silencios y templar la entrada del tercer elemento de su polifonía, la voz modal de Ángeles Toledano. A partir de este momento los tres planos, guitarra, percusiones y voz, se entrecruzarán constantemente, atrayéndose y rechazándose, construyendo cierta atmósfera onírica sobre la modalidad y el compás pastueño de la soleá. El mundo interior de David de Arahal, aplicado a su concepto del toque de acompañamiento, resulta verdaderamente sorprendente y fascinante. Vuelve a señalar que, con imaginación y sensibilidad, lo clásico siempre tiene rincones desconocidos y cositas buenas.
En esta línea de reivindicar el valor de lo clásico y su poder mutante desde la imaginación, con la alegría “Avenida de los Cisnes” nos invitará a un paseo por la Sevilla romántica del XIX, y su parque de María Luisa. Imposible no asociar este caminar con las impresiones que este jardín, con su fauna y vegetación, transmitieron a Rafael Riqueni (Sevilla, 1962) en su magistral disco Parque de María Luisa (Universal Music, 2017). Ambos parecen compartir el don del asombro permanente y maravillado ante lo bello, con la desbordante felicidad que produce. Imposible ser más clásico y a la vez personal en este viaje a la tonalidad mayor decimonónica, en Mi mayor por si no queda claro, con una de sus falsetas ideada solo con este acorde y sus bordones, desarrollar el discurso melódico a partir de allí, como tanto le gustaba a Manolo Sanlúcar, el mago armonizador de lo andaluz. Además de esta autolimitación armónica a lo esencial por su sencillez, hay otro detalle que lo conecta de nuevo con la guitarra de Yerai Cortés, una falseta o variación de pulgar-índice a toda velocidad, como si pudiera tener alas y volar la guitarra, técnica espectacular que el guitarrista alicantino interpreta en el videoclip “Sonar por bulería”, sobre fondo de escenografía urbana morentiana. En el videoclip de lanzamiento del disco en el que David de Arahal interpreta esta alegría, también vemos claramente la cámara enfocada en esta técnica barbera de la mano derecha, pero en un entorno muy diferente, con un luminoso David vestido de blanco, como si fuera a tocar a una boda o a una comunión en el mes de mayo. Dos maneras de recordar a Diego del Gastor, una más urbana y angustiada, otra más rural y relajada, con la guitarra flamenca como medio de expresión en ambos casos.
El sonido del Callejón del Arte
El disco refleja sin lugar a dudas la búsqueda de un sonido propio, como resulta habitual en los concertistas, particularmente los de guitarra, clásica y flamenca, dada la riqueza de sus timbres. En este sentido, comparando con Mar Verde, se puede apreciar el importante trabajo del tocaor sevillano, para pulir y redondear el de su instrumento. Quizás sea en el tema “Guardacoche”, donde más se oye el espesor del resultado. Por dos motivos. El primero, el toque de acompañamiento elegido, el de minera, que permite unas armonías disonantes muy sugerentes para escuchar los armónicos producidos por sus acordes en la guitarra. La calma y templanza naturales de David de Arahal son sin lugar a dudas ventajas y aliadas a su forma expresiva para jugar con los silencios y dejar sonar los armónicos. Luego el contrapunto agudo de la voz gangosa de su amigo Rafael Frías Fernández “Guardacoche”, buen aficionado de su pueblo, pero cuyo timbre no es especialmente el más indicado para cantar “por Levante”, en este caso una célebre taranta que grabaron José Cepero y Ramón Montoya, y que forma parte hoy del patrimonio lírico y musical de los cantes mineros.
Con “Jazmín”, la forma tanguillo será la elegida para expresar su vena más moderna, y capacidad para componer temas radiables. Sobre la base de la polirritmia de los tanguillos, dará a esta pieza cierta acentuación ternaria cercana a una bulería lenta, recordando incluso en algunos pasajes el toque por soleá, para cantar sencillas melodías a modo de coplas sentimentales tarareables. A ello sumará varias referencias a la cadencia andaluza, hábilmente sugerida en un discurso armónico contemporáneo, el de la guitarra flamenca hoy. El timbre del fliscorno de Juan Luis Jiménez se sumará al final a la guitarra arpegiada, para acentuar la actualidad de estos tanguillos, orientados para el gran público.
El contexto social contribuye sin lugar a dudas a reafirmar la identidad andaluza de David, el de Arahal, quien pregona indirectamente con su disco sus lugares favoritos de sociabilidad. Si lo produce su hermano Marco, de Cienxien Flamenco, “mis pies y mis manos día a día” según resume en la contraportada del libreto, el disco está lleno de dedicatorias, a Antonio Canales, a sus padres, a su tío, a su sobrina, a una vecina y sus cartuchitos de papel lleno de jazmines, al buen aficionado Rafael Frías Rodríguez, al torero Ángel Jiménez, y a numerosos amigos de Arahal con quien comparte buenos ratitos en bares y cafeterías. Es el caso de los de la cafetería San Francisco, que da título a una sorprendente versión moderna del toque por caña. Identificamos los elementos clásicos de este toque, como su célebre paseíllo como falseta, con la utilización de la clásica técnica de mano derecha de pulgar-índice alternando, o del trémolo que también suele utilizarse para acompañar los ayes del estribillo de la caña. Sin embargo, la arropa parcialmente con un bellísimo fondo sonoro de sintetizador que da otro sentido al toque de guitarra, y lo acerca, desde su clasicismo, al ámbito de la música electrónica. Entre lo flamenco y la canción moderna, o sea como tuvo que configurarse en su época la caña en el XIX, del género andaluz a lo flamenco, ahora con un sonido actualizado por las nuevas tecnologías, la búsqueda de un toque flamenco clásico para el siglo XXI.
La seguiriya “Del stop al apeadero” constituya quizás la prueba definitiva de la capacidad de renovación de lo clásico en David de Arahal, sin caer en el pastiche, y peor, en el más gusto y en lo frívolo. Cante y toque que evocan la finitud del ser humano, el registro dramático suele ser el de su expresión. Es difícilmente concebible cantar, tocar y bailar con alegría por seguiriya. Sin embargo, haciendo sonar el bordón al iniciar su toque, David suena a “cabales”, la modulación a tonalidad mayor que suele terminar el cante por seguiriya, especie de ventana abierta a la esperanza después de la expresión de pérdida y de luto del cante por seguiriya, o celebración de la resurrección desde la perspectiva del flamenco como forma de religiosidad popular. En este sentido, nos recuerda el intro de la seguiriya “LuZía”, de Paco de Lucía. En el caso de David, tiene la habilidad de modular la atmósfera jubilosa inicial, hacia una de las falsetas más clásicas del toque por seguiriya, asociada a Javier Molina y a la escuela del toque de Jerez. Por lo demás, le oímos muy clásico en el acompañamiento, muy marcado rítmicamente y austero con el habitual ostinato modal, o sea “jondo” por seguiriya, como solía ser el acompañamiento antiguamente. Solo el discreto maquillaje de un par de armonías modernas en unas falsetas recordando al Niño Ricardo, señalará que estamos escuchando a un tocaor actual. Desde nuestra percepción como aficionado al cante, el factor sorpresa resulta aquí en la voz e interpretación del joven Manuel de la Tomasa (Sevilla, 1999), al recordarnos sobremanera a su bisabuela Tomasa Soto Díaz, “La Tomasa” (Sevilla, 1926-2013).
Cerrará el disco con la bulería “Azul Azabache”, de factura tradicional para expresar con su inconfundible templanza la flamencura que requiere este toque, sin artificios espectaculares, haciendo sonar el ostinato de un bordón grave como cuerda modal que estructurará sus falsetas de pulgar, arpegios y rasgueados. Y, por otra parte, siguiendo con este registro clásico, llevado ahora hacia la copla, su propuesta de adaptación para guitarra a solo de la copla “Poema de mi soledad” de Rafael de León, Arias de Saavedra y Juan Solano Pedrero, que popularizaría la cantante sevillana Gracias Montes (Lora del Río, Sevilla, 1936 - Sevilla, 2022) en los años setenta del siglo XX.
Escrito por Norberto Torres
Desde España
Fecha de publicación: invierno de 2025
Artículo que vió la luz en la edición nº 48 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505
|